2012-02-13

UNA HISTORIA DE EGOS


A veces pudieran susurrar las paredes lo que buscas, quizás acabarían por no decir nada. Mi semana ha estado llena de contrastes y decisiones fuertes. El mundo cambia, te cambia y yo he empezado a transformarme y transformarlo en él. Es curioso como la vida te enseña cosas todos los días. Aquello que por terquedad absoluta te niegas a aceptar toca a tu puerta tantas veces como sea necesario. He estado experimentando. Alguna vez un amigo me habló del destino volátil del artista, de la naturaleza rebelde de colarse por donde “lo establecido” no lo permite. El odio e incomprensión que genera el talento inconsciente de algunos. La honesta gracias que provoca un enemigo rabioso, demasiado pequeño para tomarlo en serio.

“Te crees muy listo”, alguna vez me dijeron.  A mi mente viene aquella pregunta que hicieron a un grupo de trabajo en alguna capacitación de ventas: ¿Quién aquí piensa que vale más de lo que cree? Todos alzaron la mano. Todos se equivocaron: Nadie vale más de lo que cree que vale…. Aunque hay muchos cuyo egometro es enorme, y creen que valen más de lo  cuestan...

Recuerdo cuando iba en la Universidad. El abuelo era un personaje conocido y presitigioso en mi entorno. Lo sabían, por el apellido, pero no me gustaba decirlo. Al final de cuentas, si mi abuelo era un pirata sanguinario o un filántropo destacado, ése era mi abuelo no yo. A mí eso de los abolengos siempre me ha parecido absurdo. Alguna vez, cuando comenzaron toda la cadena de reconocimientos hacia él, me animaron a invitarlo a dar una conferencia. Recuerdo a mi prima pequeña preguntándole:

-          Papi Papi, ¿Por qué te  quieren entrevistar los de la tele? El abuelo sonreía y decía: “ Por viejo, mi cielo, porque soy el único que queda vivo. “  El caso es que el abuelo era una celebridad entre mis compañeros, pero rara vez me preguntaban por él o yo lo mencionaba. 

El abuelo tuvo 8 hijos por un lado y 2 “con la traición” como la llamaba la abuela, y cada uno tuvo 2 hijos, algunos tres. Éramos muchos primos hermanos, la mayoría crecimos juntos y convivíamos mucho.  Como buen libanés, el primogénito del abuelo, ostentaba su mismo nombre y apellido, y su primer vástago, igual; así que mi primo era la tercera generación del famoso Fulano de Tal.
La cosa es, que si bien mi abuelo destacó de manera brillante en su profesión, carrera y negocios, las siguientes generaciones de homónimos, destacaron por su habilidad de devastar fortunas, sin más oficio ni beneficio. Mi tío Fulano Junior era arquitecto, pero nunca se tituló, así que todo el tiempo el abuelo contrataba arquitectos chafitas para que firmaran las terribles obras inacabables del mediocre tío. Si yo les contara cuánto dinero tiraron a la basura así, lloran conmigo. El tercer Fulano, mi primo  mayor, no fue muy diferente a su padre. No terminó ni siquiera primero de prepa, viviendo en Cancún se dedicó alegremente a antrear, ligar chavas, esquiar y estirar la mano para que el abuelo pagara los excesos.  Fulanos de Tal segundo y tercero tenían trato preferencial, por supuesto, en mi infancia, no recuerdo ningún exceso de niño rico. Ahora lo agradezco, supongo, aunque de chico no me parecía justo que todo costara tanto trabajo conseguirlo.
Estaba yo en la universidad, pues, y un día mi primo, que llevaba ya varios años con su prepa trunca, decidió “evaluar” si le convenía entrar a estudiar allí. Así que nos visitó. Mis amigas lo odiaron, porque se presento como:

“Fulano de tal TERCERO”, mucho gusto.” – Pienso en ello y todavía sonrío.  Pues qué,  ¿estábamos en la Inglaterra del Siglo XIX con títulos nobiliarios? Me decía Karina: ¡También es tu abuelo! Yo me enteré de que lo era por otro lado!!! Y éste… ¡se siente la última coca del desierto por llamarse igual que tu abuelito!

Jamás comprendí esa extrema soberbia de ensalsarte por los logros de otros.  Al contrario, qué vergüenza tener zapatos tan grande por llenar, y tener que caminar así por la vida. Como padre es diferente, porque se entiende que en algo interveniste para que tu hijo o hija haga o sea gente de bien. Pero, ¿de tus padres, abuelos, ancestros? ¿Qué mérito o culpa tuve yo si mi abuelo construyó un gran puente o lo bombardeó? ¡Yo no existía entonces!

Fulano de tal TERCERO, entonces, decidió entrevistarse con el jefe de la carrera de esta institución. El Dr. Cazares se mostró afable, inteligente, asertivo. Se destaca por su perspicacia mordaz y sus clases eran aturdidoramente geniales. El académico le mostró a Fulanito TERCERO el plan programa de la carrera, y entonces mi primo empezó a criticar  y debatir porqué le parecía que el plan de estudios  no era adecuado. El Dr. Cazares es un hombre brillante. Siempre escrucha y evalúa, pero lo hace rápidamente. Recuerdo la sorpresa del Dr. Cazares y  la diversión juguetona en sus ojos, se prestó al juego unos segundos hasta que su ágil mente se dio cuenta de la ridícula soberbia de Fulanito III. Fue entonces cuando mi primo dijo:

-          Es que cuando yo termine la prepa en dos años y medio, espero que su plan de estudios contenga lo que yo necesito para ser un excelente profesionista.
Allí el Dr. Cazares casi perdió la compostura. Pude notar que contuvo la carcajada, y sólo le dijo:

-          Le propongo algo, Fulano III, vaya y termine su prepa, y cuando tenga ya su certificado, platicamos sobre el plan de estudios, le parece?  En 3 años muchas cosas evolucionan.
Fulano III nisiquiera percibió la ironía…

¿No dan gracias a Dios no cargar la pesada carga de ese tres romano en su nombre?


Conozco personas que lo cargan todo el tiempo, sin darse cuenta.  No sé de dónde sacan tal soberbia, imagino que algún mérito tuvo algún abuelo o antepasado, porque a mis ojos no ostentan gran mérito, son en lamejor de las suertes, personas mediocres. Me cuesta comprender el porque el tamaño del ego.

Para ellos/ellas, un mensaje directo:

-Primero acaben la prepa, -aprendan a no cometer errores de primaria- y luego critican el plan de estudios de una de las universidad más prestigiosa del país...

                                                                                                       …  atemporalmente, El Extranjero

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