2012-03-18

A estas horas de la locura


I
-          Usted dígamelo doctor. Usted es el cuerdo.

Las palabras de Jame (no se llama Jame) tenían la extraña cualidad de rebotar en las paredes de la cabeza del interlocutor y crear eco dentro de la misma. El Doctor Simmons lo había visitado durante los últimos cuatro meses, pero solamente de un mes a la fecha las visitas habían sido diarias. El Doctor Simmons (no se llama Jame) era ya parte del mobiliario del Hospital Psiquiátrico Frasier Crane, donde era de todos sabido que nunca se había obsesionado así con un paciente. Pero, también era de todos sabido que Jame no era un paciente cualquiera (no se llama Jame).

-          Hablamos de ti Jame, necesito saber tus respuestas.

El aire dentro del hospital estaba siempre más frio que el aire de afuera, provocando una mayor sensación de desesperación en varios de los internos. El Hospital Crane era una prisión. Siempre lo había sido.

De acuerdo a las leyes del país, los dementes culpables de crímenes pueden cumplir sus condenas en hospitales psiquiátricos en lugar de hacerlo en cárceles del sistema. Además de ahorrar espacio para que lo ocuparan quienes robaban pollo o verduras, permitía a los psiquiatras tratar las más extrañas desviaciones de la personalidad con material de primera mano. El Hospital Crane recibía sin embargo a muy pocos enfermos, los que se consideraban “especiales”: Asesinos de masas, asesinos en serie y culpables de crímenes excesivamente sanguinarios. Sujetos de estudio dignos los llamaba Luis Álvarez, el director del hospital.


Simmons conocía a Álvarez desde muchos años antes de que se inaugurara el hospital Crane, y Álvarez honraba su amistad permitiendo que fuera Simmons y no alguno de los psiquiatras de planta quien tratara a los pacientes de mayor renombre. Simmons (no se llama Jame) había conseguido mucha fama por su trabajo con Buffalo Ripper, el asesino en serie más sanguinario del que se tenia registro en el país, además del más prolífico: 205 asesinatos comprobados (Ripper aseguraba que sus cadáveres eran más numerosos que los goles de Pelé pero esto no pudo comprobarse).

Para todos fue natural que Simmons fuera llamado hace cuatro meses, cuando Jame fue recibido por el hospital (no se llama Jame).

La sola idea de tener como paciente a Jame hacia salivar a Simmons; todo lo que las noticias habían dicho (y especialmente lo que no habían dicho) sobre el caso era fascinante. Simmons no dudaba de ser en ese momento el psiquiatra más envidiado del mundo.

A lo largo de esos cuatro meses Simmons había llegado a entender varios detalles sobre la concepción del mundo que tenia Jame. Para todos en el hospital empezó a ser evidente la fascinación que Simmons sentía por las cosas que había escuchado en boca del asesino. Hasta que, hace un mes, Simmons empezó a presentarse diario en vez de tres veces a la semana nadie pensó que esa fascinación pudiese ser negativa para el doctor.

A las visitas diarias siguieron las ojeras, la falta de saludo, la piel pálida, el rostro demacrado y, finalmente, el doctor comenzó a llamar Jame al paciente (no se llama Jame). Álvarez no se cansaba de decir que era el comportamiento normal ante un caso de ese tamaño.

-          Ya pasara y Simmons volverá a ser el hombre jovial que es. Este caso es el caso del siglo.



-          Usted dígamelo doctor. Usted es el cuerdo.

Jame miro directamente al doctor Simmons con esos ojos que nunca parpadeaban en lugar de mirar la lamina correspondiente a la tercera figura del test de Rorschach.

-          Hablamos de ti Jame, necesito saber tus respuestas.

-          Mis respuestas no le serán útiles, personalmente considero que todas las laminas representan una especia de ratón de caricaturas maligno. Quizás alguna rememore un murciélago de Pokemon. Dígame que concluye de esas respuestas.  

-          ¿En verdad crees que no son importantes?

-          Sé que no lo son. Y también sé que usted piensa lo mismo; ha aprendido a evaluarme de otro modo. No cabe duda que usted es bueno en lo que hace, aunque sigue sin agradarme.

-          Perfecto Jame. No me interesan las respuestas “verbales” que puedas darme, sino tu reacción a este dialogo. Las laminas son la parte menos importante de este diagnostico.

-          Personalmente, considero que podría hacer imágenes más útiles para evaluar la personalidad.

-          Lo dudo Jame. Los pensamientos estructurados que tienes en este momento responden a cierto grado de insensatez en la fase actual de locura que atraviesas. Esta no es tu verdadera personalidad. Dudo que tengas una.

-          Quizás tenga razón doctor. Uno de estos días lo sabremos.

Jame aparto la vista del doctor y la fijo en la lamina.

-          Se lo dije. Un murciélago.

El doctor Simmons sabía ocultar su turbación muy bien, pero desde que trataba a Jame no estaba seguro de cuanto conservaba de esa capacidad. Si Jame se daba cuenta del estado interno del doctor no dio muestras  de hacerlo.

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