2011-11-27

Divagaciones de un domingo huracanado sin promesas…

Las gotas de agua se colaban por la ventana. Han advertido que hoy entra el huracán. Han pedido que nos encerremos a cal y canto en nuestras casas. Yo, como siempre me muestro ajena a las advertencias de protección civil. Desde que habito esta ciudad el ex gobernador nos “habituó” a exagerar los desastres naturales para luego salvar el día diciendo que la extrema y magnífica toma de medidas de las autoridades antes posibilidades catastróficas, salvaron el día.

¿La fórmula? Exagerar el daño, y luego pararse el cuello porque nada verdaderamente terrible sucedió. Veo los árboles doblarse desde mi balcón, y entonces, vuelo a hace un año. Manejando en la desolación, esperando ver sanos y salvos a los otros… los edificios como cáscaras vacías, a mí alrededor inundación, tragedia, y yo: a salvo. Creo que existe una fuerza divina que protege a aquellos que tienen la certeza que las cosas terribles, aquellas que nos sobrepasan, van más allá de uno y les suceden a otros; a nosotros no.

Fidel se fue ya. El Priísmo se quedó. Antes de irse abrió las presas en el huracán, no avisaron y las tragedias fueron espantosas. “Menos piores” según algunos, que si no las hubieran abierto. Eso no justifica los niños encerrados en sus casas, ahogados sin remedio porque sus padres no pudieron llegar a tiempo a sacarlos. Pocos o ninguno lo supieron, hasta que fue tarde…

Fidel tenía aspiraciones presidenciales, se perdieron ante “las llamadas y grabaciones incómodas”, las aspiraciones de los zetas de llegar al poder quedaron interrumpidas… y comenzó la matanza. Los perros quedaron sueltos, y había nuevo dueño en el estado, con su nueva jauría de perros sanguinarios ansiosos por reinar el lugar. No puedo evitar pensar cuántos ex-presidentes pésimos, antes fueron amados gobernadores de Veracruz. La inmensa mayoría de los gobernadores de este estado han amado al Puerto y han hecho cosas por él, para luego ser los peores detractores de todo nuestro país al tomar la guía de nuestra nación. Inevitablemente pienso en los poblanos y todo el historial de gobernadores odia-Pueblas, que les tocó vivir, incluido Bartlett y su premio (castigo), al “se cayó el sistema…”

Yo, observando. La paranoia creció en Veracruz. La comunidad, todos, enfermaron con las balaceras. La agitada vida nocturna del puerto empezó a decaer. La gente dejó de salir, tenían miedo. Los pudientes migraron, dejaron a sus hijos con sus historias a medias en las escuelas, cerraron changarros y huyeron.

En tales paranoias, hoy tengo un retén militar fuera de casa… todos lo días cambian de guardia. Todos los días alzan la ceja sospechosamente preguntando porqué paso tan seguido por allí… los miro de manera cansada. ¿Porque aquí vivo? Al notar mi cara de fastidio me repiten: “Es por su seguridad.” Los noto apenados. Están allí parados bajo el sol con esos cascos que han de arder de calientes. Algunos improvisaron con palmas en las barricadas, para guarecerse un poco del calor.

Hoy con el viento huracanado que sacudía el auto al avanzar, estaban allí, los pobres. Sosteniendo sus armas, y aferrándose a la barda o a sus camiones y camionetas… para no salir volando. La escena, si no fuera triste, sería tragicómica.

Yo todo lo veo con un dejo de surrealismo. Todo eso cambiará pronto. Llegaste a este lugar para cambiar el mundo. Cuando te enteraste te sacudió, y aún no acabas de procesarlo. Tantas veces viste a la gente queriendo hacer, sólo quejándose. Arremanga tu camisa, y haz algo hoy, que hará de mañana una pequeña diferencia. EL cambio será exponencial. Ya casi es hora.

Un extranjero

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