2011-11-25

¿Por qué se levantó Lázaro?

I

¿Por qué se levantó Lázaro?

La pregunta no abandonaba su cabeza, incluso ahora que no era prioritario saberlo. Hace bastante tiempo que no sentía el dolor de tan profundo que había sido; los golpes, la humillación, las heridas, todo había quedado atrás. Pero, ¿por qué se levantó Lázaro?

Él no tenía nada que ver con eso, pero solo él lo sabía. Cuando lo llamaron para que viera que podía hacer por Lázaro todos sabían que el fin era inevitable. Pero no podía decírselos, el éxito de su misión dependía totalmente de que lo creyeran capaz de resolver esta clase de cosas.

Muerto de miedo recorrió el camino hasta la casa del muerto (seguro ya estaba muerto) sin saber cómo explicaría la incapacidad para ayudarlo.

Cuando llego a la casa ordeno al cadáver que se levantara y caminara. Y el cadáver obedeció.

A su paso errático la gente se hizo a un lado, considerando que el trabajo estaba hecho y alabando al sanador, quien no se había movido de su lugar.

Es imposible, pensó mientras Lázaro se acercaba…lo suficiente para morderlo.

El dolor de la mordida consiguió superar a la sorpresa; el sanador arrojo al cadáver andante lejos de su persona, pero el daño estaba hecho. La fiebre y el dolor insoportable lo acompañaron en su aprehensión, juicio y castigo corporal; mientras esperaba su muerte no pudo pensar en otra cosa.

¿Por qué se levantó Lázaro?

II

Tres días después, en medio de la oscuridad, Cristo se dio cuenta de que no había regresado al cielo. Ni había ido al infierno.

Levantándose pesadamente avanzo en dirección al ligero rayo de luz que parecía emerger de la nada. La fuerza sobrehumana que había recibido de Lázaro le bastó para mover la piedra que sellaba su sepulcro. Estaba vivo, lo cual encajaba con su plan. Pero nadie podía verlo como estaba. Al ver que se acercaban a su tumba corrió a esconderse, pero se mantuvo vigilando la entrada de lo que fue su morada durante tres días.

Las mujeres que gritaban que había resucitado le resultaron familiares, pero no podía pensar con claridad. Los hombres que las acompañaban se quedaron a revisar los alrededores mientras las mujeres iban a comunicar la buena nueva; en ese momento Cristo se dio cuenta de que tenía demasiada hambre.

Los dos hombres no fueron suficientes para calmar su euforia; el sabor era increíble y además su condición divina (porque la tenía) le permitió saber que si no comía hasta el último gramo de carne de esos hombres ellos se levantarían también. Serian la competencia.

Los apóstoles. Con ellos quería compartir lo que estaba viviendo. Cada vez estaba más lúcido, más consciente de su condición y de lo que estaba pasando. El camino de regreso al último escondite que compartió con sus apóstoles se convirtió en una road movie de sangre y destrucción que extrañamente le llenaban de placer pese a que contradecía todo lo que había tratado de enseñar. Pero ese era otro Cristo.

Reconocido por dos de sus discípulos a los que encontró en el camino todavía tuvo Cristo la capacidad de fingir el tiempo suficiente para que no le reconocieran de inmediato y pudo volver a esconderse. Necesitaba que estuvieran todos juntos y así los encontró cuando Tomas decía que no creía que estuviera vivo.

Tomas, acercándose a comprobar que el maestro había regresado de entre los muertos fue el primero en recibir la mordida de Cristo. El horror paralizo al resto de los apóstoles, que no pudieron enfrentar el hecho de que su maestro era un ente capaz de esta clase de cosas hasta que fue muy tarde.

Todos habían sido mordidos, todos tenían ya el mismo aspecto que Cristo: la piel demacrada, pálida, con rastros de sangre en todo el cuerpo.
En ese momento, Cristo se dio cuenta que no había pensado en Lázaro desde que había despertado.

III

El sobresalto fue terrible. No estaba seguro cuanto tiempo se había dormido, pero al despertar el dolor era insoportable.

¿Por qué se levantó Lázaro?

Él no lo sabía.

¿Lo había mordido de verdad?

No podía recordarlo.

Sintió una mirada. Entre la gente, detrás de su madre que lloraba desconsolada. Ahí estaba Lázaro.

Tenía que saberlo, que había levantado a Lázaro de entre los muertos y que había pasado después. El acceso de dolor le impido hablar, tratar de acercarse mentalmente al hombre que miraba su muerte… y que sonreía.

La sonrisa de Lázaro le indico que este sabia de sus dudas, y que tenía las respuestas. Pero la sonrisa indicaba algo más. Él quería descifrarlo, recibir ese último aliento de paz antes de sucumbir a su destino. ¿Y si Lázaro lo había mordido? ¿Y si no?

El último estertor fue demasiado. Al límite de sus fuerzas, con la sonrisa de Lázaro tatuada en la retina, consiguió decir sus últimas palabras.

Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.

IV

¿Por qué se levantó Lázaro?

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